dimecres, 22 d’octubre del 2008

El gobierno consiguió destrabar el conflicto


Ganó la salida "pactada"

Pablo Stefanoni, desde La Paz, Clarín, Buenos Aires, 21-10-08

Las nubes que anunciaban las peores tempestades, que suelen hipnotizar a analistas de dentro y de fuera de una Bolivia (casi) siempre convulsionada, fueron disipadas ayer por un trabajoso acuerdo político que reposicionó a un Congreso hasta ahora marginado por la pelea regional entre Evo Morales y los gobernadores autonomistas. Operó en él una sensación similar a la que invadió a los firmantes del Pacto de Olivos en Argentina: la oposición entendió que con un apoyo de más del 67% en el referéndum revocatorio del 10 de agosto pasado -y un piso excepcional de más de 40% en la rebelde Santa Cruz- Morales terminaría imponiendo "su" Constitución. Y se conformó con algunos paliativos.

El mandatario indígena --que quería evitar nuevos conatos de violencia en su gestión- logró no pocos réditos: sus detractores terminaron reconociendo un texto "aprobado en una Constituyente manchada de sangre" -como gustaban definirlo- que hasta ahora rechazaban como a la peste. Además consiguió la posibilidad de pelear por una reelección, su trofeo más preciado.

La derecha ganó una autonomía que casi tenía ganada, una moderación de la política de tierras, y logró que Evo se quede -si gana- hasta el 2014 en lugar de 2019. Como en Olivos, el gobierno parece haber ganado más que la oposición. Venció así la salida "pactada" por encima de la "revolucionaria", a la que la intransigencia de los gobernadores autonomistas estaba favoreciendo: la detención del líder de Pando, Leopoldo Fernández, fue un mensaje de que, como dijo el "duro" Juan Ramón Quintana --ministro de la Presidencia-- "la paciencia se acabó".

La suma de errores opositores -incluyendo una caótica toma de instituciones- dilapidó su capital político, conseguido con los referendos autonómicos. Y quedó claro que Bolivia se gobierna desde La Paz: allí está la canilla de donde salen los fondos que sostienen los presupuestos provinciales. También sufrió un duro golpe la idea de la "nueva izquierda" de que el cambio vendría de una Asamblea Constituyente poblada de movimientos sociales que "redundaría" al país.

La convención fue consumida por su incapacidad para articular acuerdos, los intereses corporativos y el boicot conservador. Ayer volvieron a la escena actores más tradicionales: parlamentarios que apelaron a la realpolitik para sacar al país de la polarización. Por las dudas, los movimientos sociales los "esperaban" afuera.